La curiosidad es una de las cualidades que mejor representa al innato deseo humano de adquirir conocimientos. Esa cualidad transformada en acción permite descubrir lo aparentemente oculto, abre las puertas a la innovación, estimula la exploración de territorios desconocidos, cultiva vocaciones e incrementa en forma exponencial la receptividad para ideas y valores nuevos.
Además, la curiosidad -como alguna vez afirmó Vladimir Nabokov- “es insubordinación en su forma más pura” y, por ende, resulta imprescindible para abandonar la zona de confort e impulsar el desarrollo de la creatividad.
La curiosidad, el conocimiento, la vocación exploratoria y el impulso creativo parecen amalgamarse en el fascinante ideario estético desplegado por el pianista, violista y compositor Aruán Ortiz.
Aruán Ortiz es en la actualidad una de las personalidades más destacadas de la nueva generación del jazz y la música creativa contemporánea.
En el devenir de su trayecto artístico, Ortiz –quien nació en Cuba y reside en Estados Unidos desde hace varios años- compuso música para agrupaciones de jazz, compañías de danza, ensambles de cámara y producciones cinematográficas, trabajó en diversas propuestas multidisciplinarias y mantuvo una consolidada actividad como productor de música y curador de conciertos.
Ha grabado y compartido escenarios con figuras del calibre de Wadada Leo Smith, Wallace Roney, Terri Lyne Carrington, Don Byron, Nicole Mitchell, Greg Osby, Cameron Brown, Michael Attias, Grete Skarpeid, Michael Formanek, William Parker, Adam Rudolph, Esperanza Spalding, Andrew Cyrille, Henry Grimes, Marshall Allen, Hamiet Bluiett, Oliver Lake, Rufus Reid, Graham Haynes y Nasheet Waits, entre muchos otros.
En el singular alegato musical pergeñado por Aruán Ortiz convergen elementos de música clásica contemporánea, ritmos tradicionales afrocubanos y haitianos, la improvisación y el jazz de vanguardia.
La confluencia de esos postulados estéticos aparecen documentados mediante una fecunda producción discográfica solista que comprende a los álbumes Impresión Tropical de 1996, Aruán Ortiz Trío Vol. 1 de 2004 (en compañía de Peter Slavov en contrabajo y Francisco Mela en batería), Alameda en 2010 (secundado por Antoine Roney y Abraham Burton en saxos, Peter Slavov en bajo y Eric McPherson en batería), Santiarican Blues Suite (junto a la Camerata Urbana Ensemble), Orbiting (acompañado por David Gilmore en guitarra, Eric McPherson en batería y Rashaan Carter en bajo) y Textures and Pulsations (en sociedad con el pianista Bob Gluck) de 2012, Banned in London de 2013 (allí compartiendo liderazgo con el contrabajista Michael Janish), el notable Hidden Voices de 2016 en formato de trío con Eric Revis en contrabajo y Gerald Cleaver en batería y su aclamado trabajo en solo piano Cub(an)ism de 2017.
En 2018 publica el disco en vivo Live in Zurich (en donde aparece encabezando el trío que completan el contrabajista Brad Jones y el baterista Chad Taylor), participa en el proyecto discográfico Winged Serpents – Six Encomiums for Cecil Taylor (junto a sus colegas Craig Taborn, Sylvie Courvoisier, Brian Marsella, Kris Davis y Anthony Coleman), acompaña a la flautista y compositora Nicole Mitchell en su nueva entrega Maroon Cloud y editará el venidero mes de octubre el álbum a dúo con el clarinetista y saxofonista Don Byron titulado Random Dances and (A)Tonalities, entre otros trabajos.
Aruán Ortiz compartió con nosotros sus historias, proyectos, conceptos e ideas musicales en la entrevista que sigue a continuación.
Los medios tienden a clasificar y encasillar a los músicos en un género específico. Teniendo en cuenta que has tenido una formación clásica, creciste en un contexto relacionado con la tradición afrocubana y que luego desarrollaste una trayectoria afincada en el jazz de vanguardia, ¿cómo describirías tu música actual en primera persona y sin intermediarios?
Mi música es un “ajiaco” -una especie de sopa cubana en la que ponen todo tipo de vegetales, carnes, especias, etc.- de estilos diversos, en donde a veces uso la improvisación como punto de partida. De hecho intento no describirla, ya que es un medio de expresión en constante evolución. Soy de la opinión que la obra artística refleja el mundo interior de cada individuo y he encontrado en la improvisación esa fuente inagotable de ideas que, a menudo, integro en mi música.
Para entender mejor ese estadio actual retrocedamos en el tiempo hasta tu etapa formativa inicial en Cuba, ¿cómo fue que te acercaste a la música clásica y cuáles son tus primeros recuerdos sobre esa etapa?
Cuando tenía siete años, mi madre me llevó a hacer las audiciones para el Conservatorio de música de mi ciudad natal, Santiago de Cuba. No vengo de una familia con tradición musical así que ella, al enterarse de que estaban haciendo audiciones para la escuela de música, a través de un familiar me llevó a matricularme. En aquel tiempo, sólo dabas tus datos y te llamaban para las audiciones ya que el niño ...